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Por Mi amiga Florence me llamó un día llena de pánico. Acababa de descubrir a su hija Lana, de cinco años de edad, con su amiguito y vecino, Nate, desvestidos. Estaban ocupados mirando y tocándose suavemente los órganos genitales el uno del otro. Florence estaba horrorizada, pero de alguna manera se abstuvo de reprenderlos hasta que pudiéramos hablar. Su historia reveló algunos hechos muy útiles:
Le pedí a Florence que se sentara a la sombra, en el jardín con los dos niños, compartiera algún bocadillo y hablara con ellos. Le dije que les explicara calmadamente que ella comprendía que ellos tenían curiosidad, pero que algunas veces la curiosidad nos puede meter en problemas, cómo le pasó al mono curioso de los cuentos de niños, una historia que ellos conocían. La alenté a que les dijera que se supone que algunas cosas son privadas, incluyendo las partes del cuerpo que cubrimos, así que incluso si una persona les pregunta si puede ver esas partes del cuerpo, que le digan que no, y que tampoco dejen que nadie les muestre esas partes del cuerpo a ellos. Luego concluí diciéndole que les preguntara si tenían alguna pregunta, y que luego pasaran a otros temas. Le sugerí que les leyera el libro del mono curioso, o que les contara una historia de su propia niñez, de cuando ella hizo algo impulsivo que la metió en problemas. Le advertí a Florence acerca de sofocar la curiosidad verdaderamente saludable de los niños, la cual es una cualidad invalorable que nos mueve a explorar, aprender y a crecer en conocimiento. Sin embargo, como todo lo demás en la vida, la curiosidad debe equilibrarse con la consideración y la precaución. “Este tipo de curiosidad inocente no debe crear culpa”, le dije a mi amiga. “La culpa puede ponerle fin a un comportamiento deliberadamente malo, de lo que no se trata aquí. Ten cuidado de evitar que los niños se sientan avergonzados, pero observa sus juegos más de cerca. Ayúdalos a encontrar proyectos y juegos activos y creativos. Mi predicción es que no tendrás más problemas”. Afortunadamente, así fue. Recuerde que el descuido puede ser una forma de abuso. Si Florence no se hubiese hecho cargo de esta situación de manera constructiva, ambos niños podrían haberse centrado, y quedar fascinados, con su sexualidad. O, si ella los hubiese reprendido y avergonzado, podría haber echado una culpa innecesaria sobre ellos con su consecuente daño a largo alcance. Afortunadamente, no hizo ninguna de las dos cosas; ella encontró el equilibrio en su enfoque. Permítanme ofrecer otra ilustración: Elsie, de cuatro años de edad, asistía a un jardín infantil limpio, brillante y colorido. Las áreas de juego estaban bien equipadas y supervisadas con cariño. El personal estaba entrenado, era amable y parecía haber ganado tanto el amor como el respeto de los niños. Sólo un área, de alguna manera, había escapado de la cuidadosa supervisión del personal: los baños. Un día, Elsie llegó saltando inocentemente por el corredor hacia el baño de las niñas, donde se sorprendió al encontrar a otras dos niñas con la ropa interior abajo. Ellas estaban mirando y tocándose las partes sexuales la una de la otra con cierta intensidad. Ambas insistieron en que Elsie se les uniera en su emocionante juego nuevo. Al principio, Elsie trató de irse, pero las niñas, ambas mayores que ella, insistieron en que jugara con ellas. Finalmente, la niñita se les unió por un breve tiempo, pero se sintió aliviada al sentir pasos que se aproximaban, y las niñas se vistieron rápidamente. Nadie más vio lo que había sucedido. En ese momento, Elsie estaba viviendo con sus abuelos, que eran personas muy amorosas. Ella confiaba en ellos totalmente y le contó a su abuela exactamente lo que había pasado. Sus sabios abuelos respondieron bien e hicieron tres cosas importantes que ayudaron a Elsie.
Cuando los encuentros sexuales en la niñez se relacionan con el miedo o el dolor y el niño no tiene a alguien en quien confiar, tal vez tenga problemas sexuales cuando sea adulto. Enséñele a su niño o hija a respetar el cuerpo humano Parte de darle a su hijo o hija una actitud saludable en cuanto a las relaciones sexuales significa enseñarle a respetar el cuerpo. La mejor manera de hacerlo es por el ejemplo. Haga cosquillas sólo en lugares apropiados, no pellizque las nalgas. Nunca bromeen con un niño cuando él les pide que se detengan o cuando parece sentirse incómodo. Jueguen, luchen un poco y dense abrazos, pero recuerden que cada parte del cuerpo humano tiene un propósito especial. Las manos están para crear y hacer tareas. Las bocas están para hablar y para comer. Los órganos genitales están para la excreción y en última instancia, para la reproducción. No están para que se encuentre excitación a través de la explotación de un niño. La mayoría de las personas quedaron horrorizadas por el reciente tumulto en el Parque Central de Gran parte de la tragedia radica en la conducta de algunas de las jóvenes. Estaban vestidas provocativamente, e inicialmente se rieron y se unieron a la “diversión”. Pero entonces, la conducta de los jóvenes se salió de control. Un “espíritu de turba” se apoderó de la multitud y se cometieron trágicas atrocidades. Ya no se habla de las relaciones sexuales sólo tras puertas cerradas y en privado. La televisión, las películas, y los programas televisivos de entrevistas han sacado la conversación a la luz pública. En la cultura sexualmente cargada en que vivimos, los padres pueden ayudar a sus hijos a que éstos sean “a prueba de abusos”, enseñándoles lo que significa ser sexualmente responsable. La responsabilidad sexual significa que uno nunca explota a otra persona para excitación sexual. Significa que las relaciones sexuales quedan reservadas para el compromiso matrimonial y que uno debe mostrar respeto en esta área a los amigos, y posteriormente, a los amigos del sexo opuesto. ¿Qué mas deben los padres enseñarles a sus hijos acerca de la responsabilidad sexual? He aquí una lista a considerar: Enséñenles a las niñas a vestirse de manera respetuosa. Los padres y las madres necesitan ayudar a sus hijas a entender, antes de llegar a los doce años (la pubertad), de que las blusas de tiritas y los shorts pequeñitos “provocan” a los muchachos. Si bien el vestido nunca justifica la agresión sexual, parte de ser “a prueba de abusos” significa vestirse con sabiduría. Muchos estilos atractivos no son “provocativos”. Los padres y las madres sabios comenzarán temprano y ayudarán a sus hijas a vestirse con ropas lindas pero no breves. Enséñenles a las niñas a ser amables, consideradas, amistosas y divertidas, sin ser seductoras. Y cuando su hija comience a salir con muchachos, ¡necesitará un teléfono celular o un aparato electrónico que envía mensajes en caso que necesite ser rescatada! Enséñenles a sus hijos varones de que son responsables de proteger a los demás, no de explotarlos. Nunca han de empujar a una chica a hacer cosas sexuales con ella. Antes de alcanzar la pubertad, los muchachos necesitan saber que estarán tentados a explorar las ideas y los comportamientos de los adultos en la esfera sexual, pero que deben vencer tales tentaciones. Para desalentar a sus hijos e hijas de tratar de actuar de manera provocativa a fin de que les gusten a otros, háganles notar cuántos chicos o chicas del sexo opuesto les prestan atención y coquetean con ellos cuando sólo están actuando de manera normal. Esto los ayudará a aumentar su amor propio. Enséñenles a sus hijos cómo reconocer y rechazar los intentos, en alguna cita, de utilizarlos para una gratificación egoísta, lo cual es abuso sexual flagrante de parte de sus compañeros de grupo. Se les debe enseñar a los muchachos y a las muchachas acerca del increíblemente poderoso impulso sexual que surge o explota cuando las caricias van demasiado lejos. Mantenga abiertas las puertas de la comunicación en cuanto a los asuntos sexuales. Cuando se sientan inquietos en cuanto a conversaciones o a ciertas preguntas que sus hijos les pudieran hacer, díganselo. Está bien decir: “No estoy seguro en cuanto a la respuesta a eso. Voy a investigar y luego te contesto”. Entonces hágalo. Si sus hijos son demasiado pequeños para comprender ciertos conceptos profundos, o para lidiar con ellos, está bien decir: “¡Esto es tan complicado como el griego! Dame tiempo para pensar en la respuesta”. Tan sólo asegúrese de siempre volver a ellos con una respuesta. Enséñenles a sus hijos e hijas a que esperen hasta el matrimonio para tener relaciones sexuales. Enséñenles que en la unión matrimonial, las relaciones sexuales son un placer maravilloso. A la mayoría de los que enseñamos esta idea se nos ridiculiza, pero la experiencia a lo largo del tiempo verifica que médica, emocional, psicológica y espiritualmente, posponer las relaciones sexuales hasta después del matrimonio es sabio. Hace años, un joven amigo me contó como enfocaba cada cita: “Me paro delante de mi espejo y me digo a mí mismo, ‘Steve, estás en los zapatos del padre de Jane hasta que se la traigas de vuelta a casa'. Con eso en mente, siempre he podido resistir la fuerte tentación de entrar en terreno sexual con la joven con la que he tenido la cita”. ¡Cómo desearía que todo joven pensara y actuara como Steve! Sólo hágalo Sé que brindar una buena educación sexual para sus hijos es una tarea desafiante, que tomará mucho tiempo, energía y vigilancia de su parte. Esperen esos excelentes momentos para la enseñanza. No teman cometer errores; los hijos perdonarán los errores. Sólo sean fieles en enseñarles a sus hijos acerca de las relaciones sexuales, especialmente enseñarles el valor sagrado de las relaciones sexuales, y la necesidad de respeto y dignidad hacia todos los asuntos sexuales. Más adelante, si no ahora, sus hijos los amarán por sus esfuerzos. Padres y madres, ustedes pueden lograrlo. Ustedes pueden hacerlo mejor que nadie. Así que, ¡háganlo! Tomado de Abuse-Proofing Your Child (Haciendo que su hijo sea a prueba de abusos), por Grace Ketterman, con permiso de VineBooks, una división de ServantBooks. |
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